A R.O.
El Caleuche,
repleto de su luz fantasmagórica
nos saludaba desde la bahía
y Rocío extasiada, corrió a la playa (o era un muelle quizás)
para deleitarse ante la proximidad de lo desconocido.
Reconozco que tuve miedo:
verla allí, lejos de mí.
Lanzada sobre el mar oscuro
Corrí tras ella creyendo no hallarla,
pero ahí estaba,
alucinada ante las luces y los fantasmas.
Me tomó del brazo -que ya no fue de padre- y dijo:
Bien sabes que algún día estaré allá
bailando bajo las luces desconocidas.
Quedamos en silencio.
Yo apretaba su brazo engrandecido
y volvía a extasiarme con las luces del Caleuche en retirada.